Los cazadores-recolectores complejos. Jerarquías, desigualdad y esclavitud

Cuando se habla de culturas de cazadores recolectores habitualmente se piensa en dos arquetipos que, si bien en cierta medida opuestos, tienen no obstante bastantes elementos en común. Por un lado, se conciben sociedades absolutamente primitivas y con una tecnología rudimentaria las cuales, totalmente dependientes de las inclemencias del tiempo o de otros agentes externos, vagan penosamente por amplios territorios en pos de su sustento y sin saber si van a sobrevivir al día siguiente. La otra idea es la de grupos sencillos pero con un conocimiento profundo del medio en el que viven que, en íntima conexión con el mismo, toman de la madre naturaleza todo lo que necesitan para desarrollar una existencia igualitaria, pacífica y feliz. Podríamos llamarlos arquetipo hobbesiano y rousseauniano, respectivamente.

No obstante en ambos casos se obvia de manera bastante generalizada que exista la posibilidad de que una sociedad de cazadores recolectores pueda contar con comportamientos “avanzados”, “civilizados” o, simplemente, “complejos”, tales como el organizarse en hábitats sedentarios, acumular grandes cantidades de riqueza y mostrar acusadas desigualdades sociales. Este tipo de sociedades, los cazadores-recolectores complejos, es algo cuya existencia han constatado tanto la etnografía, para nuestro pasado más inmediato, como, para momentos bastante más remotos, la arqueología.

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Grupo familiar de bosquimanos, cazadores-recolectores del Kalahari

1. El Evolucionismo unilineal. De cazadores-recolectores “simples” a tribus y civilizaciones agrarias “complejas”

Si los arquetipos que hemos denominado “hobbesiano” y “rousseauniano” se encuentran tan extendidos en la cultura popular es porque tienen un origen académico, el cual puede rastrearse hasta más allá de los primeros trabajos de arqueología prehistórica propiamente dichos. Los albores de la Prehistoria como disciplina intelectual son un periodo de definición borrosa: Hay quien habla de que se originó con Jacques Boucher de Perthes y sus estudios de artefactos “antediluvianos” –que hoy sabemos paleolíticos– a mediados del s. XIX. Sin embargo, ha de reconocerse que con anterioridad a este hito ya se había especulado con cómo serían las formas de vida de nuestros más primitivos ancestros.

A partir del s. XVI los europeos comenzaron a explorar y colonizar territorios de los otros cuatro continentes, encontrándose en sus peripecias con pueblos de lo más variopinto. Noticias, informes orales y diarios de viajes que contenían lo que hoy entendemos como documentación antropológica de tártaros, lapones, indios caribes o habitantes de lugares como la cuenca del Orinoco, las praderas norteamericanas o del Cabo de Buena Esperanza, sirvieron para que, ya en el s. XVIII, eruditos como el escocés Adam Ferguson los catalogaran y trataran de buscar cierto orden subyacente en ese batiburrillo. En An Essay of the History of Civil Society (1773), Ferguson planteó un modelo sobre la evolución cultural por el que todas las sociedades humanas habrían atravesado y atravesarían distintos estadios desde un salvajismo en el que “el alimento de mañana permanece aún en el bosque salvaje, o escondido en el lago” y cuyos protagonistas “prestan poca atención a la propiedad y apenas poseen principios de subordinación o gobierno” hasta, pasando por la barbarie, alcanzar finalmente la civilización.

La idea de equiparar una economía cazadora-recolectora con salvajismo, el primer estadio de dicho proceso de evolución cultural, perduró a lo largo del s. XIX, como se puede constatar en las ya mejor documentadas e influyentes en distintos ámbitos Researches into the Early history of Mankind and the Development of Civilization (1865) de Edward B. Tyler, Ancient Society (1877) de Lewis H. Morgan, o Der Ursprung der Familie, des Privateigenthums und des Staats (1884) de Friedrich Engels. No es de extrañar, por tanto, que cuando comenzó a especularse sobre la organización social y política de las culturas arqueológicas de los cazadores-recolectores del Viejo Mundo, como hizo Childe en sus Man Makes Himself (1936) o What Happened in History (1942), se aplicara este mismo esquema.

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Portadas de los distintos tratados evolucionistas de los ss. XVIII y XIX citados en el texto

Hasta el momento se había planteado que los cazadores-recolectores sufrían un modo de vida que no puede calificarse sino de penoso y que hubo que esperar hasta la invención de la agricultura y la ganadería para que determinados grupos humanos pudieran, al fin, empezar a tomar las riendas que controlaban su destino. Pero a partir de los años setenta del s. XX las cosas comenzaron a cambiar cuando el análisis antropológico de Marshall Sahlins en su Stone Age Economics (1972) y el arqueológico de Mark N. Cohen en su The Food Crisis in Prehistory (1977) revelaron que los grupos de cazadores recolectores deben trabajar menos horas para su sustento, que emplean ingeniosos mecanismos sociales para evitar carestías y que, por norma general, cuentan con una alimentación más variada y rica que los pretendidamente más evolucionados grupos de agricultores primitivos. El propio Sahlins atribuyó a las sociedades de cazadores-recolectores, por estas circunstancias, el calificativo de sociedad opulenta (affluent) primitiva.

Sin embargo esto no quiere decir que en estos momentos cambiara asimismo la idea de que los cazadores-recolectores, ya fuera por imposición de su particular estadio de evolución cultural o por las condiciones materiales de su sistema económico, fueran incapaces de desarrollar esos procesos culturales complejos anteriormente señalados como el del protourbanismo, la desigualdad social o el poder político fuerte y centralizado. Pero fue más o menos a partir de este momento cuando nuevos estudios, primero etnográficos y posteriormente arqueológicos, fueron encontrando y analizando distintas pruebas de lo contrario.

2. Poblados, almacenes, potlatch y esclavitud. La etnografía de los pescadores Kwakiutl de la costa noroccidental de Norteamérica

Las ideas firmemente asentadas en la comunidad científica tardan en cambiar, pese a que en muchos casos existan ejemplos flagrantes de pruebas en contra de las mismas. En el anterior punto se decía que hasta bien avanzado el s. XX el modelo estándar de sociedad de cazadores-recolectores era el pequeño grupo nómada e incapaz de acumular excedente que bien representan los antiguos shoshones de la Gran Cuenca norteamericana, los bosquimanos del Kalahari sudafricano o los aborígenes australianos. Sin embargo, por aquel entonces ya se conocían algunos ejemplos disonantes entre los distintos pueblos que habitaban el extremo noroccidental del Norteamérica como los esquimales Alutiiq o Taremiut, al sur y norte de Alaska respectivamente, o los Kwakiutl, que se extendían por las costas de los actuales estados de Washington, Oregón (EEUU) y la Columbia Británica (Canadá).

Los Kwakiutl fueron intensamente estudiados por el incansable antropólogo Franz Boas entre 1886 y 1931 pero, posiblemente porque el interés de este destacado defensor del particularismo histórico (y, por tanto, contrario a cualquier idea de evolución cultural de “simple” a “complejo”) era más la mitología y el arte frente a los aspectos socioeconómicos, no fueron tenidos en cuenta en los análisis materialistas ya referidos de Sahlins o Cohen. No obstante en modernas revisiones –una buena síntesis se puede encontrar en The Evolution of Human Societies de A. W. Johnson y T. K. Earle– se han destacado varios aspectos que en un primer momento se presentaron como totalmente inesperados:

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Fotografía de uno de los últimos potlatch tradicionales antes de ser prohibidos a finales del s. XIX

Estas comunidades, cuya economía se funda al igual que otros cazadores-recolectores en la caza, recolección, pesca y marisqueo de amplio espectro, se caracterizan por el almacenaje de grandes cantidades de alimentos. Especial relevancia tiene a este efecto el eulacon, un aceitoso pez marino el cual es pescado en grandes cantidades y para cuyo procesado y almacenamiento se requiere de la colaboración de numerosas familias. Debido a esta circunstancia se da la posibilidad de que, al igual como sucede en las culturas de agricultores primitivos, se establezcan poblados sedentarios y aparezcan “grandes hombres” que en este caso particular son capaces de 1) crear una red de dependientes, 2) estimular la acumulación de capital –aceite y otros bienes– y reinvertirlo en pagar deudas, hacer préstamos y financiar las conspicuas ceremonias que son el potlatch, y 3) imponer su criterio a toda la comunidad en decisiones estratégicas como los periodos de veda del eulacon y otros pescados. La radiografía de la estructura social que acompaña a este proceder es una división bastante marcada entre tres grupos bien definidos: a) los grandes hombres y sus lugartenientes, b) el común de la población, siempre dependiente de uno u otro líder y c) una casta de esclavos, que a en ocasiones suponían hasta el 30% del total de los habitantes, los cuales son resultado de las incursiones bélicas contra otros poblados que los grandes hombres coordinaban y ejecutaban.

Y la pregunta es ¿Por qué los Kwakiutl desarrollaron estos hechos culturales –liderazgo fuerte, acumulación y consumo de grandes cantidades de bienes, esclavitud- propios de sociedades “complejas”? Determinados autores hablan de un ecosistema especialmente generoso en alimentos muy calóricos los cuales, además, eran de relativamente asequible almacenaje. Otros, por su lado, enfatizan que contaban con una particular mentalidad más o menos “capitalista” que promovía el esfuerzo, el ahorro y la reinversión. Ya sea por motivos materialistas o idealistas –no vamos a entrar aquí a dirimir esa compleja cuestión–, este caso muestra que es posible que grupos de cazadores-recolectores desarrollen actividades que, según el viejo esquema, les serían impropias.

3. Los cazadores-recolectores complejos en la Prehistoria. Evidencias arqueológicas

Una vez reconocido por todos el caso de los Kwakiutl y otros en el mundo de la antropología, en la década de los 80 del s. XX comenzó a estudiarse sistemáticamente el registro arqueológico en busca de situaciones similares. Debe tenerse en cuenta que una cosa es que se hayan documentado cazadores-recolectores complejos de forma etnográfica y otra muy distinta es que dicho comportamiento sea perfectamente proyectable hacia el pasado. Como demostró el antropólogo E. Wolf en su monumental Europe and the People Without History  (1982), desde el s. XVI las dinámicas capitalistas generadas en Europa interactuaron rápidamente, aunque fuera de forma indirecta, con pueblos de todo el globo, “contaminando” en mayor o menor medida cualquier hecho cultural original que fuera observado con posterioridad por los antropólogos.

Sin embargo, la aplicación de los métodos de la arqueología económica y la arqueología social ha permitido efectivamente documentar numerosas culturas de cazadores-recolectores sin relación alguna con la explotación de especies domesticadas de plantas –agricultura– o animales –ganadería– con pruebas contundentes de hechos culturales como grandes poblados sedentarios, almacenaje de excedente, arquitectura monumental o marcadas diferencias sociales. En síntesis como el volumen editado por T. Douglas Price y James A. Brown Prehistoric Hunter-Gatherers (1985) el denso artículo, publicado en el prestigioso Journal of Archaeological Method and Theory, “The Archaeology of Complex Hunter-Gatherers” (1996) de Jeanne E. Arnold, se sintetizan los resultados de estudios sobre distintas culturas de este tipo.

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Esquema sobre las interacciones entre los distintos aspectos de los cazadores-recolectores complejos, según Price y Brown, Prehistoric Hunter-Gatherers

El estudio arqueológico de los cazadores-recolectores complejos ha permitido descartar esa idea de que el caso de los Kwakiutl sea resultado del contacto con los europeos: En el interior de la Columbia Británica se han documentado yacimientos de la cultura Lillooet en los que, desde el 200 d.C., se identifican poblados formados por aglomeraciones de viviendas familiares entre las que se constatan acusadas desigualdades sociales, como indica el que algunas pocas residencias de gran tamaño cuenten con enormes acumulaciones de bienes como adornos de jade o alimentos frente a un gran número de pequeñas viviendas con ajuares más modestos.

Entre las culturas del Paleolítico Superior europeo (35.000-8.000 a.C.) aparecen algunas inhumaciones con grandes acumulaciones de bienes como las de los adolescentes de Sungir (Rusia), con millares de cuentas y brazaletes de marfil, y otras menos ricas pero también conspicuas como la del hombre adulto de Brno (Chequia) o la de la mujer adulta de Saint-Germain-la-Rivière (Francia). Más evidencias de sedentarismo, almacenaje, diferencias sociales, etc. se identifican en otros casos como el Jomon Medio japonés (2500-1500 a.C.), el periodo Khok Panom Di tailandés (2000-1500 a.C.) o el precerámico andino del Perú (15.000-2.000 a.C.) pero, para cerrar este breve repaso, voy a centrarme en el caso de Próximo Oriente.

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Representación del rico enterramiento doble superopaleolítico de Sungir (Rusia)

Aquí, en concreto en la franja costera siro-palestina, se desarrolló la cultura Natufiense (12.000-8.000 a.C.) como precedente de la adopción de la agricultura y la ganadería. Los natufienses eran cazadores-recolectores sendentarios y con almacenaje, cuyas necrópolis muestran –a través de las diferencias de los bienes portados por los inhumados– la existencia de acusadas desigualdades. El último bombazo en la arqueología de los cazadores-recolectores de Oriente Próximo se ha descubierto recientemente, en la década de los 90 del s. XX, y es el santuario de Göbekli Tepe, próximo a la frontera entre las actuales Siria y Turquía.

Göbekli Tepe se fecha en c. 8500 a.C., cuando los últimos cazadores-recolectores proximorientales comenzaban a experimentar la gestión de plantas –cereales– y animales –ungulados– que con el tiempo desembocaría en la plena agricultura y ganadería. Se levantó como un conjunto de edificios circulares conformadas por grandes pilares en forma de T con detallados alto y bajorrelieves que representan distintos tipos de animales como mamíferos, lagartos, aves, insectos, etc. Se desconoce la funcionalidad de dicho monumento ¿Centro de agregación social? ¿Espacio de almacenaje? ¿Templo? Pero, en todo caso, supone una concentración de trabajo totalmente inesperada en cualquier cultura de cazadores-recolectores. Es cierto que en estos momentos la gestión del cereal iba poco a poco intensificándose –en el propio Göbekli Tepe se han encontrado abundantes molinos– pero todavía estamos en una etapa en la que el proceso que condujo de la recolección de cereal silvestre al cultivo de cereal doméstico todavía distaba de estar por completo conclus0.

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Vista cenital (izqda) y panorámica (drcha) del complejo monumental de Göbekli Tepe

Todavía es pronto para dar una respuesta definitiva, pero el caso de los cazadores-recolectores complejos y, específicamente, este de Göbekli Tepe situado en la frontera entre la recolección y la agricultura, son elementos que han introducido nuevos interrogantes en las explicaciones sobre la relación entre evolución cultural y adopción de tecnologías más intensificadas y productivas. Hasta la fecha se pensaba que la complejidad social era un derivado de la agricultura y la ganadería pero, como hemos visto, ya conocemos numerosos casos de que esto no es así. Naturalmente, un sistema predador de caza y recolección siempre van a contar con limitaciones materiales objetivas que trunquen el proceso a un determinado nivel, pero ahora hay quien incluso llega a apuntar que la agricultura y la ganadería no habrían sido causa, sino más bien consecuencia de los procesos de complejidad social desarrollados en el seno de las culturas de cazadores recolectores. La explicación sería que la búsqueda de nuevas y más intensivas fuentes de capital habría conducido a una cada vez más artificial gestión de las especies que, finalmente, llegaría a un punto en el que las podríamos, ya sí, considerar como domesticadas.

Todavía queda mucho que documentar, sintetizar y analizar antes de tener una respuesta definitiva –si la llegamos a tener algún día. Pero, sin duda, la cuestión es bastante más “compleja” que como en un primer momento se pensó para estos “simples” cazadores y recolectores.

Marzo de 2017

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4 respuestas a Los cazadores-recolectores complejos. Jerarquías, desigualdad y esclavitud

  1. Qué gran artículo. Una pregunta, ¿hay evidencias de este tipo de sociedades complejas de cazadores-recolectores en la península ibérica?

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    • Muchas gracias por tu comentario, Carlos.

      Sobre si hubo cazadores-recolectores complejos en la Península Ibérica no se puede dar una respuesta contundente. Por un lado no hay evidencias como las de Francia o Rusia de enterramientos con conspicuos ajuares: las pocas sepulturas del Paleolítico Superior que se conocen son bastante parcas… pero, como digo, todavía son pocas como para que sea una muestra representativa. Sin embargo, la cultura del área franco-cantábrica (utillaje lítico y óseo, expresión gráfica) permite hablar de que son dos mundos relacionados.

      Ya el el Mesolítico (los últimos cazadores-recolectores del postglaciar, anteriores a la llegada de los campesinos neolíticos) hay algún enterramiento acompañado por cabezas de bóvidos (¿símbolos de estatus o riqueza?) pero en ningún caso puede hablarse de nada parecido a monumentos tan potentes como Göbekli Tepe.

      Así que te diría que la respuesta por el momento es «no», pero recordando que el registro arqueológico de estos periodos todavía es escaso, especialmente en lo relativo a los indicadores sobre complejidad social.

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